Sus ojos tienen un brillo a olvido, en ellos redoblan las campanas que sonaron antes de la memoria, no me preguntes por un pasado cuando no sé quién pisó delante de mí, sólo cuento cuántos pasos he retrocedido para encontrar las miradas que se me cayeron en el camino, a veces encuentro noches vestidas de dedos, uñas vestidas de adioses, besos vestidos de ti. Una niña juega al final del camino con una botella vestida de corazón, yo lo amo -al corazón-, yo la amo -a la niña-, digo mientras me acerco.
Gotas caen en mis pies como nardos de sus ojos, con sus cabellos limpia la piel que encarcela mi alma, yo bebo de su sed y resucito al instante, ella no sabe que siente, no quiere sentir, sabe que sentir es ver una pared verde sin saber qué habrá del otro lado, ella lo sabe, ella lo sabe y a veces llora.
Se distancia y vuelve pero nunca deja de jugar
En sus labios le he dicho que la amo, que me pierdo
Ella mirándome a los ojos
Dijo que me odia
Nunca me odiaron con tanto amor.
Gotas caen en mis pies como nardos de sus ojos, con sus cabellos limpia la piel que encarcela mi alma, yo bebo de su sed y resucito al instante, ella no sabe que siente, no quiere sentir, sabe que sentir es ver una pared verde sin saber qué habrá del otro lado, ella lo sabe, ella lo sabe y a veces llora.
Se distancia y vuelve pero nunca deja de jugar
En sus labios le he dicho que la amo, que me pierdo
Ella mirándome a los ojos
Dijo que me odia
Nunca me odiaron con tanto amor.
Roberto Morán, El Gran Masturbador